SENTIMIENTOS Y EMOCIONES. EL ALIMENTO AFECTIVO


 

SENTIMIENTOS Y EMOCIONES. EL ALIMENTO AFECTIVO

Aburrido como casi siempre me ocurre un lunes festivo y mientras mentalmente pensaba sobre qué podría escribir, me ha dado por tomar café y comer galletas acompañadas de un cigarrillo. Apenas he sido consciente hasta ver la cafetera y el paquete de galletas vacío, a lo que se une que el paquete de cigarrillos estaba a medio terminar, menos mal que no lo hago habitualmente y por ello ni mi peso ni mi salud se resienten (más o menos, para que engañarnos). Pero me ha ayudado este rico y poco saludable café con galletas y cigarrillos para erradicar mi aburrimiento y mi apatía, en definitiva, a sentirme mejor y levantar mi día.  Definitivamente llevo muy mal los lunes festivos.

Pero con este comportamiento he descubierto que:

“Entre la alimentación y las emociones existe un vínculo muy complejo, tal es así que se denomina con frecuencia a nuestro intestino como nuestro segundo cerebro”.

Emociones, ingredientes fundamentales de la vida “no lo trago” rechazando algo injusto o ingrato; “Se me revuelve el estómago” cuando sentimos cólera o asco por algo; “Tengo mariposas en la tripa” al sentir nerviosismo o ansiedad por algo que estamos deseando que llegue –el día siguiente sin ir más lejos para ver, para oir.... .....-.

Y son solo expresiones?

O de verdad ¿pueden afectar a nuestra dieta las emociones?

Cuando nacemos la respiración es el primer vínculo que tenemos con la vida, el alimento el segundo. Si no respiramos no vivimos, si no comemos tampoco. Y la comida no es sólo comida, es también el medio a través del cual recibimos un alimento imprescindible para el desarrollo de la salud psíquica y emocional en el ser humano, el alimento afectivo.

Desde que nacemos empezamos a tener nuestras primeras sensaciones placenteras a través de la alimentación. Frente al enojo, la tristeza o el llanto, aparece el pecho de la madre o el biberón. Enlazada al dulzor de la leche llegan la ternura y el calor llega el alivio de la ansiedad y de la tensión que produce el hambre, llega la protección y la seguridad, la satisfacción y el amor...Aprendemos a querer a nuestra madre utilizando un lenguaje para comunicarnos con la vida a través del vínculo con la comida. “Aprendemos a comer y aprendemos a amar a la vez.”

Desde nuestra infancia, comenzamos a asociar determinados alimentos con ciertas emociones?

Ciertamente, por ello hay olores y sabores de comidas que nos devuelven infinidad de recuerdos. Algunos gratos, otros no tanto. A veces basamos nuestras preferencias o aversiones alimentarias según fueron nuestras emociones en el pasado. Por ejemplo, en mi caso personal, “un plato de carne guisada –cocinado por mi madre o mi musa- o unas patatas cocidas con huevos fritos y aceite y vinagre” lo asocio a placer, a las tardes de verano y cada mordisco me devuelve la ternura y el cariño de mi madre junto al vínculo emocional que existía entre nosotros. Así mismo, “me dan verdaderas nauseas” los plátanos-bananos porque los asocio mentalmente a momentos feísimos, como aquel de ser obligado a permanecer sentado un tiempo, para mi interminable, delante de un bocadillo de jamón y banano untado mientras mis amigos jugaban en el patio tras llegar de la escuela (odio el banano untado en pan).

Hasta en nuestro día a día descansamos y disfrutamos de la convivencia familiar con comida. ¿quién no ha visto con su familia o pandilla una película comiendo pizza, refrescos, palomitas y golosinas? Climas afectivos perfectos y gran cantidad de comida, dulce, grasa y sal son ingredientes estupendos para ponerle “salsa a la vida”.

Es observando nuestra niñez, en el placer de nuestra forma de comer, como descubrimos la raíz del comportamiento del adulto al buscar como forma de aliviar su malestar un “bocado placentero”. Alimento asociado con un instante de la vida en que se sintió seguro, acompañado y querido como si este pudiera aportar la seguridad que le falta, llenar un vacío, proporcionar afecto, contención y consuelo. Como si este alimento pudiese tener efectos mágicos y la verdad es que tiene esos efectos mágicos y yo los he comprobado: dos de las emociones más importantes de mi vida se conectan con ver a una mujer comiendo un muslo de pollo con la mano; en dos ocasiones me ocurrió y me provocó un sentimiento inolvidable, quedó grabado en mi mente como “esa es”.

No solo ante situaciones difíciles o entornos dolorosos puede una persona querer anestesiarse buscando refugio en la comida, cualquier momento que haga que la persona se sienta desmoralizada o estresada puede provocar que quiera aliviar su ansiedad cayendo en un “comer emocional” pretendiendo erradicar de la mente problemas, preocupaciones y carencias llegando a adoptar hábitos poco saludables o incluso verse envuelta en trastornos alimentarios. No dijo alguien una vez que “las penas con pan son menos penas”

Sin embargo, esta respuesta no es la misma en todas las personas. Es más, en algunas puede ser la opuesta, alguien puede comer mucho cuando esta triste y a otra persona sucederle todo lo contrario: “no caberle bocado”.

Debemos ser conscientes que no todo lo que está detrás del comer es hambre y también sabemos que los patrones alimentarios pueden heredarse, también el hábito del comer emocional se imita y puede aprenderse. A esa criatura que se aburre y no nos deja disfrutar como adultos, a esa que llora y molesta y no sabemos ni por qué lo hace ni como calmarle, a esa que ha hecho un esfuerzo importante llegando la primera a la meta, a esa que ha sacado buenas notas, a esa que en estas situaciones y muchas otras se le da una chuche o un dulce crecerá entendiendo la comida como consuelo y recompensa.

Habrá que preguntarse: ¿Cómo podemos evitar utilizar la alimentación para calmarnos y premiarnos si estamos asociando inconscientemente nuestro estado anímico y muchas situaciones con la comida?

Haciéndonos conscientes de que la comida brinda placer y es un desestresante pero que no soluciona nuestros problemas, sólo los calma temporalmente y puede perjudicar y mucho nuestra salud. Se puede aprender y enseñar a disfrutar de la comida por el mero hecho de nutrir nuestro cuerpo y no como sustituta de otra cosa. Para ello hay que buscar otras actividades placenteras como son leer, escuchar música, bailar, pasear, charlar y estaremos creando un hábito más saludable.

 
¿Y si es nuestro hijo o hija? Lo mismo, hablando sobre sus inquietudes, escuchando con amor y ayudando a gestionar sus emociones podremos calmar su hambre emocional.

Y no hace falta que reprimamos nuestros deseos de comer por placer, disfrutar de una preparación sabrosa y cargada de emociones de vez en cuando también es sano.

Podemos y debemos aprender a establecer un equilibrio entre emociones y comida, partiendo y entendiendo que esa historia emocional que ha tardado una vida en gestarse o, que se está gestando todavía, es parte importante de lo que pensamos, sentimos y hacemos en nuestra vida y que todo está involucrado entre sí.

Lo que si podemos decir sin dudar es que las dificultades con la comida hablan de nuestro mundo emocional y son síntomas que pueden estar avisándonos de la existencia de algún conflicto interno.

Detenernos a pensar lo que nos ocurre, lo que sentimos y ponerle palabras, puede ser de gran ayuda ya que entenderemos qué desencadena la conducta de comer emocionalmente y podremos empezar a dar los pasos necesarios para dejar de hacerlo. Modificar las rutinas que podrían ser perjudiciales y hasta optimizar nuestros hábitos alimentarios.

Con placer y sin culpa disfrutemos de mimarnos, de querernos, de sentir altos y bajos y de comer al margen de esto. No es fácil "desaprender" los patrones de comer emocionalmente pero solo con querer hacerlo podemos hacerlo posible –pero sin llegar a los extremos ya que nuestro subconsciente almacena muchos estados positivos-emocionales unidos a la alimentación que son placenteros-.

Una observación importante es que la alimentación emocional (severa) es difícil de erradicar y en ocasiones es necesaria la intervención de un psicólogo que proporcione las herramientas necesarias para identificar las causas de nuestros deseos de comer sin hambre o del porqué de rechazar el alimento. Por ello para curarse de un trastorno alimentario (incluida la obesidad) es imprescindible adentrarse en el mundo emocional con ayuda de un profesional.

Ahhhh y ya saben que siempre en los platos no pueden faltar los dos ingredientes básicos: "Amor y Ternura"
Y siempre acompañar con "Abrazos, Besos y Caricias"
Que lo pasen bonito y disfruten. Mikel tu Chef
Y si me quieren contactar Wastsapp: +57 3173339204
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